Siempre que me preguntaban por Burkina Faso acababa hablando de Bouba. Era inevitable. Bouba era un niño muy especial. Vivía con sus abuelos inmersos en la pobreza más absoluta. WendBeNeDo le proporcionaba los medios que podia. Otros niños del proyecto han ido saliendo adelante, mejorando su salud y su estado general. Pero Bouba no pudo. A pesar de todos los esfuerzos, el VIH y la desnutrición ha acabado con su corta vida: 18 años, aunque su apariencia era la de un niño de 10.

Bouba nos tenía ganado el corazón desde que apareció en la fiesta de los niños en enero de 2012 vestido como en un día cualquiera. Los niños, ese día, se ponen su “ropa de los domingos”; juegan, bailan, reciben sus regalos, comen juntos, se les da caramelos, refrescos… Es uno de los días más importantes en el proyecto tanto para los niños como para los adultos. A la vuelta a su casa, en lugar de tomarse la cocacola, Bouba llevaba la mitad de la botella para su abuelo. Este hecho nos hizo reflexionar mucho, profundizar en la calidad humana de personas que no cuentan para nada. Nos ha hecho casi “mitificar” a Bouba como ejemplo de generosidad y de alguien por quien merecía la pena partirse la cara.

El dolor por su muerte es muy grande: es como perder un familiar. Al principio cuesta mucho aceptar que esto ocurra, y piensas en cómo lo podrías haber hecho mejor. Soñábamos con traerlo a España y proporcionarle aquí un buen seguimiento de su medicación, un hogar, unas relaciones humanas dignas, una alimentación adecuada y unos estudios.

Bouba nos ha marcado de una manera profunda acerca de nuestra necesidad de poseer cosas. Nos ha enseñado a liberar nuestro interior y romper con los estereotipos que nos limitan, a no estar atados a nuestras cómodas casas o eficaces medios para el trabajo. Y nos duele, claro que nos duele, que Bouba ya no sea un maestro vivo. Más gente como él son quienes cambian el mundo porque nos enseña a no depender de nada para ser felices.  Gente como él que nos ayuda y nos seguirá ayudando a apostar una y otra vez por proyectos no brillantes con el éxito asegurado.

Nos preocupa por qué en África siguen muriendo niños de hambre y de enfermedades que en Occidente se pueden tratar o por qué existen niños soldados entrenados y manipulados para matar a su propia familia,  pero la muerte de Bouba no será un eslabón perdido. Será un aliciente más en el esfuerzo de cada día para que haya justicia, para que haya un mundo mejor y veamos el fin de la pobreza.


Recordaremos siempre a Bouba con la camiseta del Real Madrid limpia para la ocasión de vernos y de comunicar tantas cosas sin necesidad de palabras; limpia como su alma y su mirada confiada con un solo ojo. Una luz que no se ha apagado ni para nosotros ni para todos los que le conocían. Confiamos en que otro mundo es posible, en el que no veamos a los niños del Tercer Mundo como algo muy alejado, sino como iguales, como parte de nuestra familia. Y Bouba nos va a ayudar.


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